domingo, 19 de septiembre de 2021

PARTIDA EN SOLITARIO: Cuentos de ánimas - La historia de un soldado

Cuentos de ánimas es un juego de rol en solitario que permite jugar historias de terror inspiradas por relatos de fantasmas victorianos, páramos melancólicos, lugares misteriosos rurales o historias del folclore aún hoy día vigentes.


La ambientación y estilo tiene influencias de autores como Edgard Allan Poe, Gustavo Adolfo Bécquer, M.R. James, Algernon Blackwood, Bram Stoker, etc con lo cual prima el aspecto del miedo a lo desconocido y sobrenatural, así como su impacto en el protagonista.

El juego se puede jugar en solitario escribiendo el jugador la aventura en un diario del personaje o como alternativa entre un grupo de jugadores sin director de juego en el que los jugadores se alternan la narración e interpretación del personaje, contando así entre todos la historia.

La mecánica del juego consiste en usar una baraja de cartas de eventos que van generando de forma más o menos aleatoria las diferentes situaciones que tenemos que describir. Algunas de ellas conllevan un riesgo o percance para el personaje, para lo cual habrá que hacer una tirada para saber si pasamos o no el problema y describir a continuación lo ocurrido. Esa tirada puede ser modificada a cambio de renunciar a algún punto de característica, lo cual nos lleva a tener que tomar decisiones y calcular riesgos, que pueden ser fatales para el destino del personaje.


En el juego sólo hay dos características: Determinación y Espíritu, que podrán reducirse a medida que el relato avance y el horror vaya cerniéndose más y más sobre nosotros.

Al final del escenario el valor que tengamos en esas características nos indicará qué tipo de final nos encontraremos y tendremos que cerrar el relato de forma acorde. Cuanto más bajas sean peor será el destino que nos espere.

Me ha parecido un muy buen juego, y una grata sorpresa que estuviera editado en castellano. La edición es buena y elegante, es corto y fácil de leer, bien presentado, con mecánicas sencillas que desafían y estimulan la imaginación y creatividad. 

Si hubiera algún escenario ambientado en la obra de H. P. Lovecraft sería ideal, porque aunque he jugado mucho a La llamada de Cthulhu sus escenarios tendían estar más enfocados a la investigación y la acción, cuando las obras de Lovecraft tienen mucho más foco en el horror de los protagonistas para intentar comprender y sobre todo asimilar interiormente hechos que desafían la realidad como la conocemos, y no están enfocados tanto a la acción.

Aquí podéis leer una reseña completa del juego.

Para terminar, sólo añadir que conviene jugarlo por la noche, a solas, con luz muy tenue... como la de una vela.



La historia de un soldado.

Nota importante: utiliza el escenario "¿A dónde vamos?" del libro de reglas.

Me llamo José Rebolledo de Palafox y Melzi, Duque de Zaragoza y Jefe de la Guardia Real. Al lector podrá sorprenderle la inclusión del siguiente capítulo en las memorias que estoy escribiendo de mi vida, pero este suceso en concreto dejó una extraña huella en mí, a pesar de haber asistido a muchas batallas, muchas guerras y miserias capaces de estremecer a hombres de toda condición.

En Agosto de 1808, siendo yo Capitán General de Aragón, me encontraba al mando de la defensa de la ciudad de Zaragoza frente al asedio de las fuerzas francesas. Eran días terribles y desesperados, con hambre, enfermedad y civiles atrapados pero ayudando en la lucha. Al amanecer del cuatro de Agosto los franceses lanzaron un asalto general y penetraron en la ciudad. Ese día luchamos cuerpo a cuerpo en las calles, y también fue el día que conocí a Jacinto.

Jacinto era un soldado raso, un labriego gallego de origen humilde ya algo mayor, tendría unos treinta y cinco años como poco. Era delgado, con manos fuertes nervudas, pelo negro espeso con algunas canas, ojos pequeños y un bigote fino.

En uno los apresurados traslados del Estado Mayor por las calles de Zaragoza durante el ataque francés me vi envuelto en la refriega cuando una compañía de granaderos franceses atacó el regimiento que me acompañaba y cayeron sobre nosotros. El Bandera del regimiento fue alcanzado por la metralla de una granada y la bandera cayó al suelo. El pánico cundió entre hombres y oficiales, y ya estaban a punto de rompernos el orden y pasarnos a todos por la bayoneta, pero de pronto Jacinto recogió la bandera y la levantó. Y allí se quedó. Quieto mientras le disparaban salvas entre el humo y los gritos. Pero ningún proyectil le alcanzó. Nuestros oficiales aprovecharon para hacer ver a la tropa que la unidad seguía en posición, la bandera en alto, y apresuradamente reorganizaron los hombres para intentar un contraataque.

Al momento un soldado francés blandiendo un sable llegó a la carrera hasta Jacinto, empezaron a forcejear y el francés hirió a Jacinto en la pierna, pero no cayó. En ese momento un soldado ensartó al francés por la espalda con su bayoneta, y los franceses se retiraron casi tan rápido como atacaron.

Tras asistir a aquel suceso unos días más tarde solicité que fuera condecorado y yo mismo le impuse la medalla y estreché su mano. En su semblante y actitud había cierta modestia y agradecimiento, pero también una especie de dejadez. Hablé con su capitán y reportó que era un soldado que no buscaba destacar, pero durante la lucha actuaba como un valiente, a veces exponiéndose demasiado. Esto me sorprendió un tanto, ya que a simple vista no parecía un héroe, ni un temerario, ni un suicida. Y por descarte tampoco era un cobarde o una persona prudente o temerosa.

Era algo que no había visto hasta entonces.



Al cabo de unos días me encontraba una noche caminando por las defensas, meditando en cómo encontrar una solución al sitio cuando vi a Jacinto sentado solo frente a una hoguera junto a la Basílica.

Me acerqué en la oscuridad, envuelto en mi chaqueta larga, y le saludé cortésmente.

- "Buenas noches, soldado".

Pareció que le había sacado de sus pensamientos y al mirarme no pareció reconocerme en un primer momento, pero de inmediato comenzó a intentar levantarse torpemente para cuadrarse y saludar como correspondía a mi rango.

- "Buenas noches, mi Gen.." - comenzó a decir.

Hice un gesto con la mano dando a entender que no hacía falta que se levantase y le pregunté si tenía algo de beber mientras me sentaba en un barrilete al otro lado del fuego.

Jacinto me pasó una botella de aguardiente que sacó de su abrigo y me sonrió.

- "Vaya dos días llevamos, ¿verdad?" - pregunté, pero era más bien una afirmación.

- "Sí, señor. Muy duros".

- "¿De dónde eres, Jacinto?"

- "Soy de Ferreiro"- contestó – "una aldea pequeña en las montañas".

- "Y algo lejana, ¿Cómo llegaste hasta aquí?"

Esta parte de la conversación no la recuerdo demasiado, se había alistado como voluntario por el hambre y había estado en varios frentes. Hablamos de temas varios sin mucha trascendencia hasta que de repente le pregunté acerca del incidente en el que yo estuve involucrado.

En ese momento se puso muy tenso y contestó evasivamente.

- "Bueno, ya sabe mi General, sólo cumplía con mi deber." – dijo casi apartando la mirada.

- "Soldado, ojalá todos cumpliésemos así con nuestro deber en esta guerra. La habríamos terminado tiempo hace ya..." - dije con una sonrisa – "o estaríamos todos ya muertos" - y bebí.

Jacinto se quedó muy quieto con semblante serio mirándome a los ojos, en silencio.

Durante un rato, sólo se oía el crepitar de la hoguera. Yo escudriñaba su semblante, intentando entrever sus emociones.

Le pasé la botella, pero no bebió.

- "Algo te ocurrió ¿verdad? - dije finalmente.

Jacinto seguía clavándome su mirada y asintió con la cabeza.

- "¿Quieres contármelo?" - pregunté.

Tras un momento de silencio, contestó:

- "¿Es una orden mi General?"

- "Es un consejo" – respondí.

En ese momento arrancó una sonrisa y dijo con su característico acento:

- "En fin... tanto da..."



Bebió de la botella y empezó su relato.

- "Todo empezó en la mañana del Domingo 19 de Mayo de 1798. Los habitantes del pueblo de Ferreiro salimos de la misa celebrada en la Iglesia del pueblo, y fuimos en procesión por toda la parroquia. El padre Felipe me había pedido que yo encabezara la procesión portando la Gran Cruz, así que comenzamos la procesión cantando. El padre me seguía detrás, así como Antonio, un buen amigo mío que portaba un caldero con agua bendita. Detrás nos seguían los demás agricultores y ganaderos del pueblo.

Nada más salir, el padre Felipe se uso a mi altura, y de pronto me dijo muy seri0 y notablemente angustiado: "Jacinto, hijo, ahora por el amor de Dios, haz lo que te diga: por nada permitas que la Cruz toque el suelo ni que el agua bendita se derrame, y por favor, no mires atrás en ningún momento..."


Eres un labriego de mediana edad que han encomendado dirigir una procesión a la Virgen de la Roca que recorrerá toda la parroquia de Ferreiro. Las únicas condiciones son no permitir que la gran cruz que portas toque el suelto, no derramar agua bendita del recipiente que cuelga de tu cuello y sobre todo no mirar atrás.

Personajes secundarios:

Antonio, amigo que lleva un caldero con agua bendita.

Don Felipe, párroco de Ferreiro

Vecinos de Ferreiro, agricultores y ganaderos.

Características:

Determinación: 5

Espíritu: 5


PRIMERA CARTA: Obstáculo de Entorno 4.

Ahora podría gastar un punto de Determinación para obtener un +2 a superar el obstáculo antes de tirar (sacar 4 ó más en un 1D10), o bien tirar el 1D10 gastar el punto para tener +1 a lo que saque.

No gasto el punto. Saco un 3 así que fallo. Por lo que voy a gastar el punto a posteriori para tener un +1 y tener éxito y no perder un punto de ESP.

Determinación: 4

Espíritu: 5

Con algo de preocupación por la sombría y asustada expresión en la cara del padre, continué andando, sin atreverme a mirar atrás, ya con ideas extrañas en mi cabeza.

En ese momento un perro muy grande que no había visto me ladró muy alterado e intentó saltar sobre mí desde una casucha al lado del camino. Me dio gran sobresalto, pero gracias a Dios estaba atado con cadena, y el can no pudo morderme. Casi se me cayó la Cruz, pero me recobré y siguió sobre mis hombros. Continuamos andado mientras el perro nos ladraba, con los ojos desorbitados y echando espuma por la boca. Me pareció que era el can de Don Cosme, cuya casa estaba en la linde, pero era perro manso y nunca lo había visto tan furioso como hoy.


SEGUNDA CARTA: Obstáculo de entorno 6

Es un obstáculo más difícil. Hay que sacar 6+ en un 1D10. Voy a volver a tirar normal, dejando la reserva de Determinación para más adelante. Saco un 7, así que la supero.

Nos adentramos en las tierras de labranza que rodean el pueblo. Miré al cielo y vi que una bandada de cuervos nos estaba siguiendo. Ya los había visto posados en el tejado de la iglesia esta mañana, y en algún árbol del camino, pero ahora estaba claro que nos seguían, volaban en círculo sobre nosotros, con algún siniestro graznido. Tenía tentación de pararme o mirar atrás, pero seguí adelante. Tras un recodo del camino, vimos las tierras de Iago, el mayorazgo. En ellas estaban las plantaciones de berzas y en ella... ¡estaba posada la negra bandada de cuervos! El cuervo más grande estaba posado sobre un grotesco espantapájaros, y parecía mirarme de lado, mientras me graznaba....

En ese momento, Antonio, de repente cogió una piedra y la lanzó al cuervo.

"¡Páxaro!, vete de aquí y deja la cosecha de Don Iaguiño".

La piedra golpeó al espantapájaros, aunque no al cuervo, pero éste levantó el vuelo junto con las demás aves, y se posaron en una arboleda.


TERCERA CARTA: Percance de personaje

A estas alturas del camino, el padre Don Felipe se situó de nuevo a mi lado, visiblemente alterado. Miraba a izquierda y derecha, y por un momento creí que me estaba diciendo algo, pero en realidad estaba rezando en voz baja. En ese momento empecé a preocuparme, qué podría estar pasando?


CUARTA CARTA: Pista

Por fin, pasamos cerca de las casas de la familia Castro y de los Vázquez. Estaban en la puerta de sus casas, el Julián, la Paquita, con los niños mirándonos fijamente en la distancia, con mucho respeto y algo de recelo. Levanté la mano hacia ellos y sonreí, pero no llegaron a ver mi gesto, pues no respondieron o si lo hicieron no lo vi.


QUINTA CARTA: Obstáculo de personaje 7.

Tengo sacar 7 o más en un 1D10. Voy a gastar un punto de Determinación para tener un +2. Saco un 3, por lo que fallo. Eso significa que pierdo un punto de Espíritu.

Determinación 4

Espíritu 4

De repente, oí un alarido de una persona detrás de mí, y sin poder remediarlo, miré por encima de mi hombro. Detrás mío estaba el padre Don Felipe, que seguía rezando con las manos entrelazadas, Antonio junto a mí que llevaba el agua bendita y parecía tranquilo, y el resto de feligreses, que caminaban algo pesarosos. Uno de los feligreses era el que había gritado, y estaba muy alterado, gritaba de repente mirando al cielo, diciendo algo que no entendí, y luego bajaba la cabeza y tambaleando seguía adelante. Estuve a punto de parar la comitiva, pero entonces reparé que el resto de los procesionarios no parecían escuchar o preocuparse por sus gritos, y eso me produjo gran miedo. Seguí caminando casi sin poder ni hablar.


SEXTA CARTA: Pista

Finalmente, y con mucho valor, giré un poco la cabeza y dije en un hilo de voz: "Antonio.... Antonio", pero no me contestó. También hacía mucho que no se oían los cantos de la procesión, ni ninguna voz. De hecho sólo parecía oír mis propias pisadas en la tierra, marchando sin descanso.


SEPTIMA CARTA: Dama Gris

Cuando sale una Dama Gris significa que se desencadena un evento en la historia, estos eventos van creciendo en peligro e intensidad. Cuando aparece la primera Dama hay que perder un punto de Determinación o Espíritu, y la dificultad de los obstáculos aumenta en uno a partir de ahora.

Voy a decir que pierdo un punto de Espíritu.

Determinación 4

Espíritu 3

Mientras andamos el sol empezó a ponerse, Dios Santo, ¿pero cuánto tiempo llevábamos andando? La oscuridad de la noche empezó a rodearnos, sin embargo Don Felipe debió sacar unos cirios, que compartió con los procesionarios. Su tenue luz era poca cosa, pero a pesar de la oscuridad y que eran tenues veía bastante bien el camino. Ya sólo deseaba llegar al final de la procesión.


OCTAVA CARTA: Percance personaje

En algún momento me pareció ver luces a los lados del camino, y cuando miré me di cuenta horrorizado de que eran procesionarios que se habían alejado de la procesión y se internaban solos en el bosque portando su cirio. No sé por qué pero me aterraba alejarme de la comitiva.


NOVENA CARTA: Obstáculo de entorno 5

Como hay una Dama gris la dificultad es 6. Voy a tirar tal cual. Saco un 7 y ¡la supero!

De repente, debido a la oscuridad, o al cansancio, o al capricho del bosque, tropecé con una raíz de un árbol, di varios pasos a un lado y la cruz comenzó resbalar de mis manos, por un momento me temí que se cayera, pero Antonio me cogió del hombro firmemente y eso me ayudó a recuperar postura y equilibrio, y que la cruz no cayera. Sequé el sudor de mi frente con la manga de mi camisa, que a la luz de los cirios parecía blanca y luminosa.


DECIMA CARTA: Percance de personaje.

Madre mía, ¡ya no sé qué más hacer con los personajes secundarios! Voy a ignorarla.


UNDÉCIMA CARTA: Pista

A lo lejos pude ver una luz en la oscuridad. Era la casa de Santiago, el molinero. Tenía una lámpara encendida la puerta, en el exterior, pero las puertas y ventanas estaban cerradas a cal y canto. Desesperado me adelanté unos pasos y llamé a la puerta esperando encontrar refugio de esta locura en su casa "¡Santiago!, ¡Santiago!"-grité- "¡ábreme, vengo por ti! ¡Necesito tu ayuda! ¡Abrid por Amor de Dios!". Pero la única respuesta que hubo fueron llantos desde detrás de la puerta. Retrocedí confuso y aterrado, para proseguir la extraña procesión que parecía arrastrarme por el bosque.


DUODÉCIMA CARTA: Percance personaje. Directamente paso.

DECIMOTERCERA CARTA: Obstáculo personaje 6+1=7

Voy a gastar un punto de determinación para tener un +2. Saco un 8 lo consigo.

Determinación 3

Espíritu 3

Aterrado, sin saber a donde voy empiezo a ir más despacio, mirando hacia los lados buscando ayuda, pero de repente soy empujado desde atrás, casi me derriban pero me repongo. Es Antonio, que con su mirada tranquila, y su caldero de agua bendita me empuja hacia delante con brusquedad. Vuelvo a hablarle, pero no parece querer oírme.


CARTA Dama Gris

Pierdo un punto de determinación o espíritu, las dificultades son +2. Puedo gastar a partir de ahora un punto de DET para repetir una tirada.

Voy a perder un punto de ESP.

Determinación 3

Espíritu 2

Volvimos a pasar por las casas de Castro y Vázquez, ahora de noche. No hay nadie en las casas, y parecen como derruidas y abandonadas. Ahora que lo pienso, cuando les vi durante el día y les saludé... no estaban serios y recelosos, en realidad estaban asustados, santiguándose y tapando los ojos de los niños.


CARTA obstáculo de entorno 7+2=9

Voy a tirar: 3, fallo. Voy a gastar un punto de DET para repetir la tirada 2. Fallo.

Pierdo un punto de ESP

Determinación 2

Espíritu 1

Una niebla comienza a levantarse, ahora estoy sumido en un mar gris que me rodea, ya no reconozco nada de lo que hay a mi alrededor.


CARTA Obstáculo personaje 4+2=6

Tiro 1, fallo. Voy a gastar un punto de DET para repetir 8, ¡me sale!

Determinación 1

Espíritu 1

Cruzamos un puente, y miré nuestro reflejo en el agua, todos tenían la mirada perdida y la tez extrañamente pálida, portando su cirio.


CARTA Obstáculo de personaje 5+2=7

Tiro: 10, ¡la paso!

Oigo un llanto desconsolado detrás de mí, ¡parece que es Antonio!, pero ya no podía más, sólo rezaba, seguía hacia delante y no miré atrás.


CARTA Tercera y última Dama Gris. Conclusión de la historia.

Pierdo un punto de DET o ESP.

Voy a perder un punto de DET

Determinación 0

Espíritu 1

En algún momento de esta marcha de pesadilla empecé a percatarme de que hacía mucho tiempo que no veía por el pueblo al padre Felipe ni a Antonio, ni a los miembros de la procesión. Y me parecía muy extraño, mucho, porque Ferreiro no es tan grande. Y Antonio falleció como hace veinte años. De pronto para mi horror me percaté de que tanto Antonio, el padre Felipe y los miembros de la procesión ¡estaban todos muertos!, no podía ser...

En ese momento la niebla se disipó y llegamos a la puerta de la iglesia de Ferreiro. La procesión se detuvo y la luz del alba empezó a salir. ¡Estaba vivo! ¡Vivo! No podía creerlo y empecé a llorar.

Las ánimas empezaron a disolverse ante mis ojos como espectrales columnas de humo negro subiendo al cielo, pero el Padre Don Felipe, que aún llevaba su siniestro hábito negro se acercó a mí y antes de volverse traslúcido y desaparecer me susurró al oído las cuatro cosas más terribles que he oído nunca: un año, un mes, un día y una hora.

***

No volví a ver a Jacinto desde aquella noche, ni pude saber nada de su paradero pero por fin entendí el horror al que estaba sometido Jacinto por el resto de sus días, y el por qué de su despreocupación en el riesgo de la batalla.

Sólo rezo a Dios que le diera fuerzas para llevar consigo la carga que los Hombres soportamos todos los días en forma de la terrible certeza de la vida, pero en su caso también, de la terrible certeza de la muerte.


FIN